Habíamos programado una ruta por el Estrecho para este día, desde Getares a Cala Arenas (6 km), pero al levantarnos el domingo, el pronóstico del tiempo no era nada favorable: viento del oeste moderado a fuerte, con rachas fuertes.
Sobre la marcha decidimos que no había necesidad de correr riesgos, que se puede hacer otro día, y nos centramos en el plan B: subir por el ría de las Cañas o río Palmones. Y allí nos encaminamos.
Hicimos una escala de avituallamiento en la Venta del Cruce del Santuario de los Mártires, en Alcalá, para degustar las magníficas tostadas que allí sirven.
El río Palmones nace en la Sierra Blanquilla, recorre tierras de Alcalá de los Gazules y Los barrios y, tras 27 km, deposita sus aguas en la Bahía de Algeciras, junto al poblado de Palmones.
El tramo que hemos hecho comienza en el pueblo de Los Barrios y asciende por el curso fluvial hasta el Pontón del Caramelo, pequeña pasarela peatonal por la que discurre el corredor verde Dos Bahía.
Son 6 km de subida y lo mismo de bajada.
Algunos hicimos avanzamos un poco más por el río, hasta que la vegetación nos lo puso difícil.
En el regreso, dejamos a la izquierda Los Barrios y bajamos un poco más intentando alcanzar un azud situado a 3 km. Desde ese azud hasta la desembocadura es territorio de marismas.
Pero se nos hizo tarde y solo llegamos hasta el puente del ferrocarril Algeciras -Málaga. En total 15 km.
El río discurre por un bosque de ribera de alisos, zarzas, adelfas, cañaverales y algún eucalipto desubicado.
A la altura de los Barrios el río tiene una anchura de 25 m. Pero a medida que se sube, se va estrechando y los árboles se acercan hasta llegar a tapar el cielo.
Los galápagos, se suben a las ramas secas y soleadas para calentarse, y se precipitan al agua al sentir nuestra presencia. Vimos volar las garzas reales, las garcetas y -gran suerte - varios martines pescadores mostrando su intenso color azul opuesto al verdor del bosque.
La subida del río no es siempre un paseo. Con frecuencia la fuerza del río derriba árboles , crea represas y mueve tierras. Cada vez que vamos el paisaje ha cambiado algo. Varias veces hubo que poner pie en tierra y trasladar las embarcaciones a pie entre arbustos, helechos, zarzas y fango. Pero siempre merece la pena, porque lo que viene a continuación sigue siendo hermoso. Otras veces hay que saltar árboles, pasarlos por debajo, apartar troncos o hierbas.
Llegamos al Pontón del Caramelo, saludamos a algunos viandantes que por allí pasan y nos dispusimos a comer en un arenal cercano. El esfuerzo ha sido grande, no tanto por el remo como por los porteos. Luego emprendimos el regreso.
Lo mejor de este río es que siempre tiene agua, gracias al azud situado aguas abajo. tampoco hace calor, metidos bajo el denso manto verde. Y nunca hace frío en la zona del Estrecho.
Volveremos otro día, seguro.
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