Ayer, como todos los jueves, a las 6,30, salimos a hacer una ruta.
Fuimos Pepe, Andrés, Luis y Angelita, Paco Cáceres y un primo suyo de Barcelona que se llama Alberto, y yo Paz.
Cada uno cogieron sus respectivos kayaks, menos Luis que cogió la Vulcano y Alberto que cogió la RTM Costa rica del club.
Hay que decir que Alberto era la primera vez que se montaba en un kayak, y ahí empezaron los problemas.
Como la marea tenia un coeficiente altísimo de 1,9, las corrientes eran muy fuertes, así que en cuanto Alberto dejo de sujetarse al pantalán, el agua se lo llevaba para el puente Zuazo, y como no se hacia con el kayak, me fui a darle unas nociones de cómo tenia que palear y dirigirlo, de todas formas no se hacia con el , así que lo ate al mío para remolcarlo hasta el Carrascón esperando que allí con la marea a favor pudiera llevarlo mejor.
Mientras, al ver que nuestras maniobras eran muy lentas, Andrés y Pepe se marcharon por su cuenta para palear más fuerte.
Efectivamente en cuanto llegamos al Carrascón la cosa fue mejor y nos “dejamos llevar” hasta Gallineras, Angelita se sorprendió de lo rápido que habíamos llegado, era la primera vez que llegaba hasta allí.
Desembarcamos en la rampa, y descansamos un ratito y nos tomamos una cerveza.
A Alberto le dolían las ingles de llevar una mala postura y agradeció el descanso.
Propuse quedarnos allí, y que mas tarde nos recogiera Andrés con el coche, por lo menos a Alberto y Angelita, por se los mas inexpertos, ya que me parecía que la vuelta iba a ser dura, ya que volver por el Carrascón, era arriesgado ya que la marea estaba bastante baja y nos íbamos a quedar sin agua, y volver dando toda la vuelta era demasiado largo para ellos.
Mi propuesta no tuvo aceptación, ya que se veían capaces de regresar sin problemas, y esperando que tuviéramos tiempo de pasar el puente Lavaera antes de que bajara demasiado la marea.
Emprendimos es regreso, y en la entrada en el Carrascón, hombre al agua……., Alberto había volcado, fuimos a socorrerle, y entre Luís y Paco, rápidamente hicieron las maniobras para vaciar el kayak y de nuevo se subió a el desde el agua, (un buen rescate)
Desde luego ir con marea en contra no era lo mismo, y al ver que Alberto no podía, Paco, lo ato a su kayak, pero tampoco dio resultado y lo soltó (volví a proponer lo de quedarnos en Gallineras), como veíamos que Alberto no se hacia con el kayak de nuevo, Luis se lo cambió por la Vulcano, y ya la cosa fue mejor.
Luis empezó a correr y ya no le vimos el pelo, los hombres se adelantaron y nos quedamos angelita y yo solas, se estaba haciendo de noche y la corriente en contra era muy fuerte, y angelita le teme a dos cosas, al agua y a la oscuridad, así que procuré distraerla haciendo que me contara algunas historias que le habían sucedido.
De pronto delante de nosotras una rata cruzó a nado el caño, no veíamos la hora de llegar, cada vez había menos agua y cada vez estaba más oscuro.
Una vez Angelita se empotró una de las paredes de fango y en la proa se le quedó un pegote que parecia un mascaron.
En la oscuridad de la noche, a lo lejos oímos la voz de Luís que nos llamaba, por fin nos quedamos mas tranquilas.
No se cuanto tardamos en llegar al puente Lavaera, pero cuando lo hicimos allí solo había piedras, que los demás habían sobrepasado cargado con los kayaks, Alberto como llevaba chanclas se había hecho unos cortes en los pies.
Yo no quise seguir ya que me imaginaba que en el Zaporito no habría agua. A unos hombres que pasaron por allí con unas motos, les pedimos el favor que se acercaran para ver si se podía pasar, uno de ellos fue, y a la vuelta nos dijo que allí no había nada de agua.
Después de varias llamadas localice a Andrés para que viniera a buscarnos en coche, subimos el kayak de Angelita y el mío, pero cuando intentamos subir los que estaban al otro lado del puente Paco Cáceres, se hundió en el fango y a punto estuvo de perder los zapatos, no los perdió pero se les rompieron y le era imposible andar con ellos.
Llegó Andrés y decidió intentar pasar por el caño, así que él y Paco se embarcaron remolcando la RTM.
Angelita, Luís, Alberto y yo llevamos los kayaks al los coches y nos dirigimos al pantalán, donde llegaron Andrés y Paco todos llenos de fango, se habían deslizado por un canalillo que quedaba de agua hincando las palas en el fango para poder avanzar.
Una vez en la casa de piraguas nos enjuagamos que buena falta nos hacia.
No se si a Alberto le quedarán ganas de volverse a montar en una piragua, pero después de todo fue una aventura.
3 comentarios:
¡Ostras! Pues sí.
la aventura es la aventura......imagino que esas situaciones te enseñan mucho
Te puedo asegurar que Alberto vino encantado, dice que esta aventura no se le olvidará en la vida y que será la batalla que todo abuelo reserva para contar a sus nietos.
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